Vidas ejemplares (para una ciencia diversa), una charla en las #semanasciencianavarra

Dentro de las Semanas de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en Navarra, que organizamos todos los años desde el Club de Amigos y Amigas de la Ciencia, celebramos una tarde bastante especial en la que la ciencia se presenta de manera informal desde el escenario de una sala de conciertos del centro de la ciudad, el @ZentralPamplona. Microcharlas de 10 minutos de diferentes especialidades, ligeras y profundas a la vez, en un ambiente distendido con la barra del bar abierta todo el rato. Esta vez me subí para contar breves retados de las vidas ejemplares de algunas personas del mundo de la ciencia. Aquí va el relato de lo que conté, que no se puede volver a ver y escuchar porque hay cosas que solamente suceden una vez. Y luego podrán venir otras ocasiones, pero ya será distinto…

El espectáculo se llamaba: ZENTRALZIENTZIA, la ciencia diversa & divertida. En cualquier caso, las imágenes de la presentación están, como suelo hacer, accesibles en un googledoc: Vidas ejemplares para una ciencia diversa. Y esto es, más o menos, lo que conté:

VIDAS EJEMPLARES para una ciencia diversa

Venía a contaros de unas vidas ejemplares que vienen a colación de lo que han hablado antes Mónica y Ana (referencia a la charla anterior, de Ana H. Zambrano y Mónica Ruiz, educadoras del Planetario de Pamplona, que habían titulado «El cielo es cosa de hombres»…) sobre hombres y mujeres, personas, que se interrogan sobre el Universo, la vida, todo lo demás y que intentan con la ciencia hacerlo algo mejor. Mi punto de partida es astronómico, ese Universo que entendemos algo mejor ahora y que fascina como máquina que funciona con sus leyes, las que la física intenta desentrañar. Ese universo que representamos, como en esta imagen, como una espuma en el espaciotiempo en donde se agrupan galaxias y cúmulos de galaxias como Laniakea, en el que vivimos, ese cielo inmenso que muchas veces miró nuestra primera protagonista.

El universo, ahí arriba

Se trata de Sally Ride, física y astronauta. Fue la primera estadounidense en subir al espacio, en 1983, más de 19 años después de lo que hiciera la primera cosmonauta, Valentina Tereshkova. A la segunda, el mundo es así de cruel, la dejamos olvidada casi siempre, pero subió en 1982 y se llamaba Svetlana Savítskaya (en la charla lo dejé como incógnita para que la gente se lo buscara…). [Por cierto, que de Sally Ride hemos hablado en este blog]. Sally Ride vio en el 79 un anuncio de NASA buscando astronautas, y se decidió a apuntarse. Muchos chavales de esa generación queríamos ser astronautas (bomberos, futbolistas…) pero ese sueño quedó ahí para casi todos, salvo para unos pocos y unas pocas (muchas menos que ellos). Al final subió al espacio en el transbordador Challenger en 1983 y con ello alcanzó la fama mundial, especialmente en su país. Volvió a la universidad y comenzó una carrera profesional para promover las vocaciones científicas, la enseñanza de las ciencia, especialmente para animar a las niñas de que se metieran en los campos de la ciencia, la ingeniería o las matemáticas. «Las niñas necesitan ver modelos o referentes en cualquier carrera que puedan elegir… No puedes ser lo que no puedes ver». Esa idea la expresó en conferencias, libros, en su propia empresa de divulgación, especialmente dedicada a presentar esos referentes femeninos. Murió en 2012 tras seguir manteniendo esa lucha por la visibilización de las mujeres en el mundo STEM, siendo una de sus abanderadas, sin duda una de las más populares.

El universo del cerebro

La imagen con la que abríamos de esas grandes estructuras filamentosas del Universo me recuerda a otra que presentamos ahora, y donde lo que vemos son células cerebrales, que establecen también sus uniones. Entre las neuronas tenemos también toda una serie de células que durante mucho tiempo se pensaron que eran simplemente soporte y conducción de energía y alimento para las neuronas, aquí vemos una colección de astrocitos, la glía cerebral. Mi segunda vida ejemplar es la de un neurobiólogo que murió hace un año, Ben Barres [de quien también hemos hablado en este blog].

Ben Barres, en la Universidad de Stanford, destacó precisamente por el estudio de la fisiología cerebral, pero también en un activismo defendiendo una ciencia inclusiva, sobre aspectos raciales y de género a lo largo de toda su vida. Especialmente sensible a la condición de acoso y desprecio de las científicas, luchó siempre contra estas prácticas. Igualmente tenaz fue su investigación sobre la presencia de ciertas proteínas en las neuronas que ayudaban a los astrocitos a hacer una labor de poda de sinapsis que se alteraba en ciertos procesos neurodegenerativos.

Su recuerdo queda ahora también en unos premios para investigación en enfermedades neurogenerativas que financia la Iniciativa Chan-Zuckerberg, la fundación del propietario de Facebook.

Pionero de los astrocitos

Precisamente una persona que fue pionera en la investigación de los astrocitos y células gliales fue un español, el médico Pío del Río Hortega. [En efecto, también hemos hablado de él en este blog]. En un país que suele desaparecer a la ciencia de su historia y sus herencias culturales, no es raro que mucha gente no haya oído hablar apenas de este gran investigador, incluso en su Valladolid natal habrá gente que solamente le conozca por dar nombre al hospital general. Se le suele recordar como discípulo de Ramón y Cajal, y lo fue durante un tiempo, pero su talla es de por sí elevada, como hábil fisiólogo de tejidos, entre ellos precisamente el de esta glía de la que hablábamos con la anterior vida ejemplar. El hecho de que fuera republicano y socialista no ayudó a que el país donde la dictadura le condenó al exilio (murió en Argentina) le recuerde con la importancia que merece.

Lo cierto es que no ha sido fácil rescatar la figura de Pío del Río Hortega y conocer, a partir de sus cartas y de testimonios de la época, que además de haber sufrido acoso por su escasa presencia y por las habladurías de su entorno, el hecho de ser homosexual fue uno de los factores que permitió que fuera difamado y apartado del reconocimiento que merecía. Si durante un tiempo la microglía fue denominada en su conjunto como «las células de Hortega» lo cierto es que no consiguió que el respeto internacional (fue candidato al premio Nobel por sus descubrimientos) fuera acompañado de un respeto social.

Por eso hoy tenemos aquí su historia, como una vida más ejemplar, donde al tesón de la investigación añadió superar circunstancias que venían de una sociedad homofóbica.

Por cierto que Ben Barres no nació como Ben sino como Barbara, a pesar de que nunca estuvo conforme con que pensaran que era una chica. Cuando hizo la transición a hombre se convirtió en el primer transexual que era miembro de la Academia de Ciencias Estadounidense. El sufrió como mujer el rechazo sexista de sus compañeros, llegando a escuchar que alguien se refería a «su hermana Barbara» como una neurobióloga menos brillante que él.

Y también os quería contar que Sally Ride convivió durante más de 30 años con su compañera, la psicóloga Tam O’saughnessy. De una manera discreta, porque nunca se hizo público que eran pareja, aunque colaboraban y escribían libros juntas, solamente en su funeral en 2012 se dio a conocer que Sally había sido lesbiana y tenía compañera. Su convicción de que esta condición podía afectar a su lucha por la igualdad de la mujer permite entender que no saliera del armario. Pero solo la lgtbifobia explica que en algunos sitios, tras la revelación, la figura de Sally Ride fuera apartada de las menciones y la fama. Así de triste y mezquina es la gente.


A finales de los 50 en México y posteriormente en todo el orbe hispano, unos tebeos de la editorial Novara, «Vidas ejemplares» poblaron la vida de muchas niños y niños de pías historias, muchas de santos y santas, otras de héroes de la historia. Quizá ahora convendría rescatar, reescribir muchas historias, incluyendo en las vidas ejemplares de personas ejemplares que lo fueron a pesar de dificultades añadidas por su condición de género y sexualidad, y que con ellas se hacen aún un poco más grandes si cabe, y también referentes de una realidad diversa que también está en la ciencia.

Si no se puede ser lo que no se puede ver, como decía Sally Ride, intentemos ver y saber, elegir y mostrarnos como somos. Muchas gracias.