Lo natural de la diversidad en la naturaleza, en Naturalmente #19

NATURALMENTE es la publicación digital del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. En el último número, el 19, publicado a mediados de septiembre de 2018 se incluye un artículo que preparamos a raíz de la intervención inclusiva en el Museo sobre la diversidad sexual.

La muestra estuvo abierta al público durante el mes de junio y julio dentro de las actividades culturales cercanas a la celebración del Orgullo LGTB+, y sobre la misma hemos escrito ya alguna información en el blog. En este artículo hacemos alguna referncia más al origen del proyecto, tal y como lo concebimos Oscar Menéndez y yo (Javier Armentia). Aunque la publicación digital está accesible en este enlace: NaturalMente.

Un orgullo de museo: lo natural de la diversidad en la naturaleza

Oscar Menéndez y Javier Armentia 

De vez en cuando llegan noticias sobre animales con conductas homosexuales: esos flamencos del zoo de Edimburgo que hace unos años llegaron a adoptar un pichón, parejas de pingüinos gais (como decían los medios de comunicación) en zoos alemanes, o en el de Madrid, o aquellos leones que captó el fotógrafo Paul Goldstein en Kenia y que dieron la vuelta al mundo, especialmente cuando un responsable de la administración del país africano culpabilizó a los turistas de inducir tales conductas “tan poco naturales” en este emblemático animal. Más allá del sensacionalismo, o hasta el morbo, de tales noticias, la realidad indica que el abanico de conductas en el mundo animal va mucho más allá de la simple “utilidad reproductiva” que, nadie duda, sigue siendo un motor fundamental de la evolución en nuestro planeta.

Tampoco es una noticia insospechada o ni siquiera una novedad: las descripciones de conductas animales sexuales no reproductivas abundan desde tiempos históricos en todos los naturalistas y zoólogos (en el caso de los pingüinos: Murray Levick, oficial médico de la expedición de Scott de 1910-1913, pasó un un año conviviendo con pingüinos emperador y describió conductas sexuales que él mismo consideró tan depravadas que su informe se mantuvo oculto entre las publicaciones del Museo de Historia Natural de Londres. Posiblemente, el aplicar los criterios de lo que es normal y lo que no en el ámbito humano pesaba demasiado en la época como para permitir un enfoque científico.

Sin embargo, la etología científica supuso una revolución en este sentido: lo natural, es decir, lo que sucede en la naturaleza, responde a las mismas necesidades y circunstancias que debe ser entendido a la luz de la ciencia biológica, es decir, con la misma mirada evolutiva que ha permitido adentrarnos en el estudio de la gran variedad de la vida en la Tierra. El mismo pionero del campo Konrad Lorenz describía la homosexualidad entre los gansos (Anser anser) a comienzos de los años 70 en revistas científicas. Precisamente el análisis sosegado y más libre de prejuicios (y de la tentación constante que siempre se tiene de “humanizar” tanto conductas animales como juicios sobre ellas) ha ido permitiendo a la ciencia entender que hay una gran variedad de conductas homosexuales, bisexuales o transexuales dentro del mundo animal.

Los recuentos varían: se suele decir que conductas de este tipo se han descrito en más de 400 especies, aunque otros autores lo elevan a más de 1.500. Se entiende que estas conductas no quitan a que la reproducción sexual y sus conductas asociadas (cortejos, emparejamientos, etcétera) sigan siendo mayoritariamente heterosexuales, como no podía ser menos. Pero no es lo relevante la estadística, sino atender a procesos que existían sin ser descritos o adecuadamente estudiados. La atención de la ciencia necesita ajustarse a la descripción de la realidad, aunque pueda parecer incómoda o incompatible con los prejuicios humanos.

Cierto que ya entrando en el siglo XXI y sin duda apoyado por un clima social en el que las conductas humanas se han visto de una manera diferente, lo mismo ha comenzado a pasar con las conductas animales. Los humanos somos, siempre, culpables de querer medir y describir el mundo con nuestras reglas y preconcepciones. Trabajos como “Biological Exhuberance: Animal Homosexuality and Natural Diversity” publicado por el biólogo Bruce Bagemihl en 1999, suele ser considerado como pionero por abrir el debate del mundo científico, pero también del público, a estos temas.

Por eso nos ha parecido interesante recoger esa mirada más inclusiva desde la ciencia, poniendo el énfasis en la diversidad que se va entendiendo de estas conductas, en un lugar que muestra al público, por propio origen y vocación, el abanico de la diversidad biológica de nuestro planeta. Un museo de historia natural como es el Museo Nacional de Ciencias Naturales enseña a un público muy amplio a mirar de forma abierta y con las herramientas científicas el mundo natural, y es por lo tanto el lugar idóneo donde presentar esa gran dviersidad sexual (también afectiva) que podríamos calificar metafóricamente de arco iris de la naturaleza.

Los recorridos museográficos de todos los museos, tanto los de colecciones artísticas  o históricas como los naturalistas o en general los museos de ciencia, permiten al visitante entender aspectos a veces centrales y otras muchas laterales. La experiencia en centros como el MNCN especialmente en los últimos años de acoger nuevos públicos y nuevas actividades permiten además realizar, en este caso, una contribución a un proceso diferente, pero de gran relevancia social: las celebraciones que en torno al 29 de junio se celebran en todo el mundo dentro de lo que se denomina “orgullo” LGTBIQ. En diferentes ciudades del mundo, y en especial en Madrid, las marchas y fiestas se coordinan con actividades de visibilización en museos y centros culturales, que se prolongan en algunos casos a lo largo de todo el año con actividades que promueven una mirada inclusiva en estos centros del conocimiento.

Conocer cómo dentro del programa reproductivo de muchas especies de insectos resulta siendo más eficiente una cópula bastante indiscriminada entre sexos diferentes o iguales, incluso en especies con alto dimorfismo sexual como algunas mariposas, donde el criterio de efectividad puede permitir entender cópulas de macho con macho, de hembra con hembra y, desde luego, también entre hembra y macho, es una herramienta útil para entender también la evolución; descubrir cómo las conductas de emparejamiento y nidificación en aves como los pingüinos o los flamencos también incluyen la homosexualidad o el lesbianismo tanto en estado salvaje como en cautividad; aprender sobre la intersexualidad en osas canadienses, como describió el zoólogo Marc Cattet, quizás ligadas a la dieta de estos animales… son algunas de las informaciones que se pueden incorporar al recorrido habitual del MNCN, todas ellas sugerentes y basadas en datos científicos, mostrando que una diversidad en las conductas no es sino la plasmación, una vez más, de la gran plasticidad de la vida y el mecanismo subyacente de la evolución que debe ser descrito por la ciencia, el gran compromiso de la biología.

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Oscar Menéndez
(@omenendez) es periodista científico, director ejecutivo de la Asociación Española de Comunicación Científica y Javier Armentia (@javierarmentia) es divulgador científico y astrofísico en el Planetario de Pamplona. Ambos han comisariado la intervención en la exposición del Museo Nacional de Ciencias Naturales “Orgullo de museo: el arco iris de la naturaleza” entre los meses de junio y julio de 2018.

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