La noticia llegaba desde el acuario de Sidney (Australia) el SEA LIFE, donde viven Sphen y Magic, dos pingüinos que llevaban unas semanas incubando un huevo de otra pareja (que no podía llevarlo adelante: ya tenían uno). Y esta pareja son ahora los felices papás de un pollo que aún no tiene nombre y que tampoco sabemos qué sexo tiene. Nada fuera de lo natural (dejando aparte, claro, que estos pingüinos viven en cautividad. Por supuesto, la noticia ha sido viral: la gente acoge más fácilmente como referente de diversidad sexual unos pingüinos homosexuales que a una persona. Para hacérnoslo mirar…
La pareja de pingüinos (de la especie Pygoscelis papua, conocido como pingüino juanito, o pingüino papúa o pingüino gentú, de la variedad subantártica) se hizo famosa en las redes y hasta se acuñó el término «Sphengic» para el dúo. Un vídeo muy simpático los muestra como dos tortolillos (vale, eso es más bien interpretativo). En el canal de youtube del acuario:
En cualquier caso, ambos mostraban su cuidado recíproco como suelen hacerlo las parejas heterosexuales de su especie. Y cuando les proporcionaron un huevo de una de estas parejas, que acababa de tener dos huevos y por lo tanto no iban a poder llevarlo, rápidamente construyeron el nido y lo cuidaron por turnos. El huevo se abrió el pasado 19 de octubre y la imagen del nuevo pingüino llegó por Instagram:
La historia es una capítulo más de una larga lista de parejas de diversas especies de pingüino del mismo sexo que han vivido en zoos de todo el mundo. En España, no podía ser menos, estaban Inca y Rayas, dos pingüinos macho en Faunia, donde en 2012 comenzaron una relación de cortejo y hasta llegaron a criar un huevo que les proporcionaron los responsables del centro. (Tuvo cierto eco en la prensa, por ejemplo, aquí en el ABC: Los pingüinos gay de Madrid, a punto de ser padres). Stan y Olli, que en 2016 fueron noticia porque se habían elegido para un programa de reproducción de pingüinos rey en el zoo de Berlin y, como narraba una crónica de El Mundo:
«….pronto quedó de manifiesto que ni Stan ni Olli tenían interés alguno en procrear con las hembras de su centro. Los cuidadores del centro alemán se dieron cuenta de que estos dos ejemplares machos sólo tenían ojos el uno para el otro. Ni cortejaron ni mantuvieron relaciones sexuales con ninguna hembra. Sólo entre ellos…»
Diez años antes, en otro zoo alemán, en Bermerhaven, dos pingüinos de Humboldt, Dotty y Zee, se hicieron famosos porque, como contaban entonces los medios, sorprendidos por la noticia (luego nos reímos un poco eso) no solamente eran muy homosexuales sino que además no cedieron a los encantos de unas hembras suecas que fueron llevadas al zoo para ver si era posible convencerles de buscar una hembra y dedicarse a procrear con ella. De una noticia en El Mundo, no tiene pérdida:
«El zoológico de la ciudad alemana de Bremerhaven ha fracasado en sus esfuerzos por reorientar las apetencias de unos pingüinos de tendencias homosexuales. Las hembras suecas, a las que recurrieron los responsables del centro, no han conseguido cambiar la orientación de los pingüinos, a pesar de que convivieron con ellos durante todo un año.»
Un año antes, la noticia de la conducta homosexual de esta pareja de pingüinos se había dado con una ¿tranquilizadora? explicación de que esta circunstancia estaba propiciada por la ausencia de hembras en el emplazamiento. Sin duda habrá quien se sienta reconfortado: al fin y al cabo la homosexualidad de los pingüinos era un alivio provocado por la falta de hembras. Pero no era así. Tampoco era raro.
Por cierto, que 10 años después de ser noticia, Dotty y Zee siguen siendo pareja en el zoo, una costumbre habitual en muchas especies de pingüino, la de establecer vínculos afectivos de gran duración.
Ay estos pingüinos…
Por supuesto hay muchísimos más casos, no solamente en cautividad, porque precisamente la conducta homosexual de los pingüinos en sus grupos de habitación en la naturaleza es muy normal. Aunque durante mucho tiempo se silenció por parecer algo perverso. Hace unos meses, cuando preparábamos la intervención UN ORGULLO DE MUSEO para el Museo Nacional de Ciencias Naturales, íbamos recuperando muchas historias sobre estos casos aislados que, durante mucho tiempo fueron presentados siempre como eso: aislados, exóticos, algo nada relevante y desde luego una historia más o menos bizarra que solamente por el interés de los humanos en las conductas sexuales iba alcanzando notoriedad.
Sin embargo, la biología no negó nunca que las conductas de cortejo, emparejamiento, afectividad de muchas especies no son explicadas sin más por una utilidad reproductiva directa, es decir: todo es cosa de un macho y una hembra, o al menos todo es cosa siempre heterosexual. Para nada: la exuberancia natural sorprende y maravilla. Y es sin duda algo intrínsecamente relacionado con la vida, es decir, algo que necesariamente se entiende a la luz de la evolución que diría Dobzhansky, aunque no tenga como producto inmediato un nuevo ser vivo.
Una de las historias que mejor mostraban cómo los prejuicios de una sociedad puritana fueron más lesivos para la ciencia que otra cosa lo tenemos precisamente en un caso de homosexualidad en pingüinos. Sucedió en la expedición de Scott con parejas de pingüino adelaida (Pygoscelis adeliae) que fueron estudiadas por el cirujano y zoólogo George Murray Levick, que fotografió y filmó las conductas de apareamiento de colonias de pingüinos en el cabo Adare, en la costa antártica en el verano austral 1911-1912.

Como comenta la entrada en la wikipedia:
«Sus observaciones de los comportamientos de cortejo, apareamiento y crianza de estas aves se registraron en su libro Pingüinos Antárticos. Sus notas sobre los hábitos sexuales de los pingüinos, que incluían coerción sexual, sexo entre machos y sexo con hembras muertas, se consideraron demasiado indecentes para su publicación en ese momento, por lo que tuvo que escribirlas en griego para que solo alguien con un alto nivel cultural pudiera leerlas.»
Algo que se pudo conocer en 2012 porque investigadores del Museo de Historia Natural de londres, donde estaban los fondos de las expedición antártica de Scott entre 1910 y 1913, los dieron a conocer. La moral eduardiana de Levick le hizo quedar horrorizado por la depravación de esos pingüinos que fornicaban entre machos, con coacción a veces, a veces teniendo sexo con hembras ya muertas… Su libro sobre las observaciones de los pingüinos adelaida fueron publicadas pero sin incluir mención a las conductas sexuales. Estas fueron publicadas de forma más discreta en un artículo que tuvo una circulación privada y solamente entre algunos expertos: «Sexual Habits of the Adélie Penguin». El artículo de los investigadores Douglas G.D. Russell, William J.L. Sladen y David Ainley se publicó en Polar Record. Cambridge University Press 2012 doi:10.1017/S0032247412000216.
De pingüinos y hombres
Permítanme una breve reflexión final al hilo de estas historias de pingüinos que traigo hoy al blog y que relaciono con otras historias que hemos visto más recientemente: el caso de los leones homosexuales en Kenia (nada extraña en los leones, y conocida desde antiguo) y ese funcionario que achacaba tal conducta a la influencia del turismo gay que visitaba los parques naturales de su país. Hay una lectura que se ve a menudo en estos y otros casos que quiere implicar que en cierto modo la diversidad en las conductas sexuales de los animales no son del todo algo natural: o bien son algo exótico, anecdótico, una curiosidad sobre la que ponemos ahora el foco porque nos gusta fijarnos en esas cosas, que son cosas de sexo al fin y al cabo y tienen su morbo; o bien están inducidas por la acción humana, como por ejemplo poner en cautividad animales y entonces no pueden aparearse de forma natural, o la alimentación que hace que cambie sus hábitos (el caso extremo, sin duda, que los animales imiten a las parejas homosexuales que van a verles). Es triste, pero esto pasa…
Y hay otra lectura que también me apena un poco: esa que pone el foco en estos pingüinos y su bebé, que mira hasta con cierto cariño esta homosexualidad tan de buen rollo, pero que no juzga de manera tan indulgente (o directamente mira con cierto desprecio, prevención o desagrado) las conductas libres de personas libres que muestran una sexualidad no heteronormativa. Cuando veo cómo la gente se vuelca hacia estos encantadores padres primerizos del acuario de Sidney pienso en cuánta lgtbfobia pasa impune, desapercibida. Si fuéramos pingüinos cuquis, claro, otro gallo cantaría.
NOTA: esta entrada está dedicada especialmente a lxs amigxs de PDICiencia, una de las iniciativas de divulgación científica más inclusivas que hay en el país (ya están suscribiéndose a su canal de YouTube), con quienes he pasado unos días estupendos en las Jornadas de Divulgación Innovadora en Zaragoza. El mismo domingo 28 nos dedicaban un tuit que nos ha animado a poner en orden unas cuantas notas… ¡Gracias!
Ah. El tuit:
Ay qué cosa más bonica! Los pingüinos de @PDICIENCIA se alegran mucho de la noticia! @cienciaLGTBIQ https://t.co/7LHxygnHPj https://t.co/3zwlcWMPdL
— PDICIENCIA (@PDICIENCIA) 28 de octubre de 2018
Autor: Javier Armentia