Apuntes sobre diversidad y orgullo en ciencia

Comenzamos una línea de entradas en las que queremos introducir una cierta reflexión sobre la aceptación (o su ausencia) de la diversidad LGTBIQ+ en el mundo de la ciencia. Un interesante análisis publicado hace 3 años en Nature nos sirve de punto de partida para dejar abiertas reflexiones.: «Diversity: Pride in Science«.

«La ciencia puede ser un refugio para personas gay, lesbianas, bisexuales y transexuales, pero las actitudes tendenciosas aún pueden disuadir a muchas de salir del armario.»

El artículo lo firma M. Mitchell Waldrop, editor de crónicas para Nature en Washington DC (EEUU) [Nature 513, 297–300 (18 September 2014) doi:10.1038/513297a] y recoge testimonios de personas como Justin Trotter, neurocientífico en la Stanford Univ. en California, cuya experiencia desde la infancia y adolescencia de ocultar su condición de gay pesaba en su vida, llevándole a la depresión. El salir del armario le permitió centrarse más en su vocación científica, «lo que fue definitivamente bueno también para la ciencia». Es, comenta el autor, una cuestión de aceptación: «personas que se identifican como lesbianas, gais, bisexuales o transexuales han encarado desde siempre discriminación o algo peor: todavía con consideradas  como marginadas o ilegales en gran parte de las naciones musulmanas, en Rusia y en otros países asiáticos. Aunque las actitudes están cambiando».

Hace referencia a un estudio publicado en 2013 por el Pew Research Global Attitudes Project, un cambio que se percibe más en Estados Unidos, Europa Occidental, Australia, Canadá e Hispanoamérica, que muestra que la aceptación de lo LGTBIQ es más rápida que en otros lugares, y que las iniciativas parlamentarias, aun con la oposición vehemente de los partidos conservadores, van avanzando claramente hacia la asunción de los derechos civiles de estos ciudadanos y ciudadanas.

Actitudes hacia los derechos LGTBIQ
Actitudes hacia los derechos LGTBIQ
Fuente: The global divide on homosexuality (Pew Research Center, 2013); go.nature.com/djrzta. Vía Nature.

Abiertamente LGTBIQ

Comenta M. Mitchell Waldrop: En este entorno más abierto, los científicos LGBT encuentran más fácil declararse como tales, o al menos poder plantearse hacerlo. Cita a Ben Barres neurocientífico en Stanford, que realizó su transición de género en 1997 (hemos hablado de él en este blog) quien comenta: «recibo un constante flujo de emails de científicos jóvenes: ‘¿Puedo reunirme contigo?'».

Barres comenta: «cuando me contactan jóvenes, siempre les contesto que los miedos son peores que la realidad. Y siempre le animo a abrirse, porque serán más felices. Y que lo que importa es si estás haciendo buena ciencia o si eres un buen profesor». Queda, claro, mucho trabajo. Y esta es una cuestión relevante, que en nuestro proyecto de Ciencia LGTBIQ es fundamental: la existencia de referentes y el papel que tienen en normalizar una situación difícil. Porque, como reconoce el autor del artículo de Nature que estamos recorriendo, aún hay mucho camino por recorrer, como sucede en el caso de las minorías étnicas o de las mujeres.

«Muchas personas científicas LGBT temen salir del armario, porque las publicaciones, la progresión en tu carrera o la promoción dependen fundamentalmente del juicio de los otros científicos, que podrían estar condicionados por sesgos conscientes o inconscientes. De hecho muchos estudiantes podrían estar evitando una carrera investigadora por esta causa, aunque nadie lo sabe porque nadie ha echado la cuenta.»

Es el planteamiento que hace Trotter: «me tempo que haya una gran cantidad de talento que pueda estar perdiéndose para la ciecnia». La única forma de cambiarlo, añade, es que la comunidad científica se acerque a sus miembros LGTBIQ, y mantenga una conversación honesta.

Kate Emidston, estudiante posgrado de neurociencia en la Universidad Vanderbilt de Nashville, comenta al respecto: «Lo bueno de los científicos es que intentamos no anteponer el juicio, sino buscar la información». Ella comenzó su transición de sexo en 2010 y contó a toda la gente en su grupo de investigación que iba a estar tomando hormonas y su aspecto iba a cambiar. Esto generó simpatía, interés y curiosidad. Igualmente, la astrofísica Rachel Padman comenta, cuando hizo a comienzos de los 80, en su etapa de estudiante de grado en la Universidad de Cambridge, su transición de hombre a mujer: «un colega nunca fue capaz de decir ‘ella’ en vez de ‘él’. Pero solamente fue uno, y eso hace 35 años. Del resto de personas, nunca encontré ningún tipo de ‘vibraciones’ de ese tipo.»

Para la autora del blog «Queered Science«, la experta en hidrología Vivian Underhill, la propia tradición investigadora puede, sin embargo, operar en sentido contrario: «Como científicas, nos gusta pensar que somos objetivas, que los asuntos personales y sociales se deberían mantener separados del trabajo real. Lo que es en general bueno», comenta, pero que conduce frecuentemente a que la gente piense que pueden eliminar sin más los sesgos no hablando de ellos: «y esto permite que el miedo se propague».

Comenta el autor que también esta circunstancia hace difícil de comprender la soledad que supone ser LGTBIQ en un mundo mayoritariamente heterosexual. «A diferencia de las mujeres o las minorías étnicas, la gente LGTBIQ no nace automaticamente adscrita a un grupo diferenciado de iguales», comenta Darrin Wilstead, director de operaciones de la Point Foundation, una fundación de apoyo y estudio sobre temas LGBT en Los Ángeles: «uno llega a un hogar que no comparte su identidad», y que podría ni entenderlo ni aceptarlo.

Cada persona tiene que llegar a aceptar su sexualidad conforme se hace adulta. Pero a menudo las personas LGTBIQ hacen ese viaje solas.

Los sentimientos gais, lesbianos o bisexuales surgen frecuentemente en torno a la pubertad, aunque comienzan mucho antes. Los temas transgénero, sin embargo, son obvios a una edad más temprana. Muchas personas transexuales declaran haber sabido que algo sucedía a los 3 ó 4 años, incluso, aunque pocas hacen la transición antes de los 18.

Este extracto del artículo se deja bastantes testimonios y otros aspectos interesantes, por ello recomiendo su lectura en la web de Nature (enlace). Los errores de traducción son solo míos (J.A.) evidentemente.

Pero permítanme una reflexión final: visibilizar la ciencia LGTBIQ sirve para ayudar a muchas personas. Y sirve para la misma ciencia (en general), para mostrar que la herramienta que está cambiando el mundo también trabaja para permitir un mundo inclusivo y más justo con la diversidad. Como hemos comentado en muchas otras ocasiones, no podemos pretender una ciencia significativa para la humanidad sin que sea sensible a la situación de tantas personas. En estos y otros aspectos indudablemente fundamentales.